Home
Home : Spanish Literature
 » Las enseñanzas Zen del Maestro Xu Yun
 
 
previous page   Top  next page
 
 

Capítulo 10 - Pang el Seglar, Página 2 de 2

 

En este punto, Ma Zu había confirmado que no hay diferencia entre los seres humanos, que en realidad eran uno y el mismo individuo. Cuando Pang bajó los ojos, Ma Zu bajó los ojos. Ya no había nadie con los ojos levantados. Pero entonces, inexplicablemente, Ma Zu leventó los ojos y rompió el encanto, por así decirlo. Así que Pang el Seglar se doblegó y guardó esta reverencia de resolución hasta que Ma Zu se puso en pie y comenzó a alejarse. Cuando el Maestro le rozó al pasar, el Seglar respondió, "Envuelvalo, no... intentar ser listo."

Pang el Seglar había alcanzado la maestría y todos los maestros con que se encontraba lo reconocían. Pero lo que es evidente para un maestro no siempre lo es para un simple monje. Un día de invierno, mientras Pang abandonaba el monasterio del Maestro Yao Shan, algunos monjes jóvenes, que eran desdeñosos de su posición de simple seglar, le acompañaron hasta la puerta principal. Cuando Pang miró fuera vio que estaba nevando. "¡Buana nieve! -dijo- Los copos no caen en otra parte." Un monje llamado Quan, que era tan insolente como estúpido, se equivocó completamente en la inteligencia del comentario de Pang, "¿Dónde esperabas que cayeran los copos?"

Entonces, Pang tuvo un buen detalle felicitando a la nieve por no caer en la cocina o en la sala de meditación, que es como decir, por caer donde la nieve se supone tiene que caer - en el patio y los campos, sobre los árboles y caminos. Pang sabía que tendría que caminar una gran distancia en esa nieve de frío cortante, y había aceptado este hecho sin angustia.

Pero Pang no solo tenía la sabiduría de un maestro, también tenía el temperamento. Cuando vio la mofa en el rostro del joven monje, le golpeó.

"¡Cómo osas!" dijo el monje.

"¿Y tú eres un monje ordenado? -preguntó Pang incredulamente- ¡Serás rechazado en las puertas del Infierno!"

"¿Qué quieres decir con esto?" preguntó el monje.

Pang le golpeó de nuevo. "Quiero decir que aunque tengas ojos, orejas y lengua, estás completamente ciego, sordo, y mudo." Entonces calmadamente salió a la nieve como si fuese la luz de Sol. Le había dado al monje toda una lección.

Pero normalmente era extremadamente amable y paciente con aquellos a quien instruía.

Un día, cuando escuchó a un hombre que estaba intentado explicar el Sutra del Diamante, se dio cuenta de que aquel estaba luchando con el significado de una línea que trataba sobre la no existencia de la personalidad del ego, "Quizás pueda ayudarle -dijo Pang-. ¿Usted comprende que lo que es condicional y cambiante no es real, y lo que es incodicional e inmutable es real?"

"Sí" respondió el comentador.

"Entonces, ¿no es verdad que los egos son condicionales y cambiantes, que el no ego es el mismo de un minuto a otro? ¿No es verdad que cada minuto que pasa, dependiendo de las circunstancias y las condiciones, adquirimos nueva infornación y nuevas experiencias así como olvidamos antigua información y antiguas experiencias?"

"Sí" añadió el comentador.

"Pero -pregunto Pang-, ¿qué hay en nosotros que es incondicional y permanente?"

"¡Nuestra común Naturaleza búdica! -respondió el comentador, sonriendo de repente, comprendiendo de repente- ¡Solo esto es real! ¡El resto es mera ilusión!" Estaba tan feliz que inspiró a Pang para escribir un poema:

Ya que no hay ni ego ni personalidad
¿Quién está lejos y quién está cerca?
Toma mi consejo y deja de hablar sobre la realidad.
Experiméntala por tí mismo.
La naturaleza de la Sabiduría del Diamante
Es verdad en toda su singular pureza.
Los falsos egos no pueden dividirla ni ensuciarla
Las expresiones, "escucho", "creo", "comprendo"
Son simplemente recursos
Herramientas en las manos del diamante-cortador.
Cuando el trabajo está hecho, las deja ir.

Pang el Seglar y su hija Ling Zhao viajaron por China cubriendo sus gastos mediante la venta de artítulos de bambú que ellos mismos hacían. Envejecieron juntos, convirtiéndose en leyendas de la iluminación. Su última residencia fue una cueva en la montaña.

Pang sabía que había llegado la hora de poner a un lado su carga. Estaba muy cansado y no podía seguir adelante. Dentro de la cueva había una roca en particular donde siempre se sentaba a meditar; tomó asiento y, pensando en fallecer cuando el Sol estuviera justamente sobre su cabeza, envió a Ling Zhao para mirar el momento en que llegaba el mediodía. En pocas minutos, sin embargo Ling Zhao volvió a la cueva sin aliento por la emoción, "¡Oh Padre -gritó- debes venir afuera y ver esto! ¡Ha habido un eclipse de Sol!"

Bueno, era un hecho extraordinario, si es que alguna vez hubo uno. Pang no pudo resistirse a echar un vistazo. Se levantó de su roca de meditación y salió afuera. Miró una y otra vez pero no había ningún eclipse. El mediodía había llegado, eso era todo. Pero, ¿dónde estaba Ling Zhao?

Pang regresó a la cueva y la encontró muerta, su cuerpo sentado derecho en su roca de meditación. "¡Oh, esta chica! -lloró Pang- Siempre me ha llevado ventaja."

La incineró y entonces, una semana después, él también entro en el Nirvana. Su cuerpo fue incinerado y las cenizas esparcidas en las aguas de un lago cercano.


Pang el Seglar, Página 2 de 2

 

previous page   Top   next page
 
 
Last modified: July 11, 2004
©2004 Zen and The Martial Arts
inf@zatma.org