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Capítulo 13 - Conclusión, Página 1 de 1

 

Los antiguos tenían los mismos problemas con el tiempo que los nuestros. "Los días pasan como una lanzadera en un telar." Primero un camino, después el otro. De acá para allá, de un lado al otro. A veces decían, "Los días pasan como flechas." Nos quedamos ahí y las vemos pasar rápidamente, preguntándonos adónde van.

En una sesión de enseñanza Chan el periodo de instrucción pasa rápidamente. Como el tiempo, las ideas y las opiniones van y vienen. ¿En qué lado terminará el hilo? Pasan las flechas de la perspicacia. ¿Alcanzará alguna su objetivo? No lo sabremos hasta la gran cuenta al final de la sesión de enseñanza.

En Chan, como en la mayoría de las cosas de la vida, nunca estamos seguros de comprender algo que hemos estado estudiando hasta haberlo comprobado. Los profesores llaman a esta prueba, "Pagar la cuenta." El último día de la sesión de enseñanza, todos los estudiantes se reunen y el profesor llama al azar a una persona, y después a otra, sin parar, haciendo toda clase de agudas preguntas. Eso es a lo que llamamos presentar un estudiante con el control. Tiene que levantarse delante de toda la clase y someterse a la interrogación. "¿Cuánto has aprendido? ¡A pagar!" Los profesores esperan ser pagados con buenas respuestas.

Por supuesto, si en alguna sesión una persona consigue alcanzar la Iluminación, paga la cuenta para todo el mundo. Todos comparten la alegría cuando alguien tiene éxito en alcanzar la Verdad.

Bueno, ¿qué han aprendido de estas lecciones? Pueder ser que hayan pagado la cuenta para todo el mundo y hayan obtenido la Iluminación. Puede ser que no esten seguros y necesiten un poco más de tiempo para pensar en ello, para reflexionar sobre estas ideas Chan en su cabeza, para permitir que los pensamientos se asienten un poco y ver lo que tienen. Tómense el tiempo que necesiten - tan solo no dejen de reflexionar. Mantengan el Chan en su cabeza. Redefinan sus prioridades. Cultiven la paciencia.

Un día de verano el Buddha decidió dar un largo paseo. Paseó solo por el camino, solamente disfrutando de la belleza de la Tierra. Entonces, en un cruce de caminos, se encontró con un hombre que rezaba.

El hombre, reconociendo al Tathagata, se arrodilló ante él y lloró, "¡Señor, la vida es en efecto amarga y dolorosa! Una vez fui feliz y próspero, pero a través de artimañas y fraude los que amaba me lo quitaron todo. Soy rechazado y despraciado. Dime, Señor -preguntó-, ¿cuántas veces debo renacer en tal infeliz existencia antes de conocer la bendición del Nirvana?"

El Buddha miró a su alrededor y vio un mango. "¿Ves ese árbol?" preguntó. El hombre asintió con la cabeza. Entonces el Buddha dijo, "Antes de conocer la libertad del dolor debes renacer tantas veces como mangos hay en el árbol."

Entonces el árbol estaba lleno de fruta y docenas de mangos lo cubrían. El hombre suspiró. "¡Pero Señor -protestó-, he guardado sus preceptos! ¡He vivido honradamente! ¿Por qué debo ser condenado a sufrir tanto tiempo?"

El Buddha susurró, "Porque así es como debe ser." Y continuó su paseo.

Llegó a otro cruce de caminos y encontró a otro hombre rezando; y este también se arrodilló ante él. "Señor, la vida en efecto es amarga y dolorosa -dijo el hombre-. He conocido mucha angustia. Cuando era un niño perdí a mis padres; cuando fui mayor, perdí a mi mujer y a mis lindos hijos. ¿Cuántas veces debo renacer en tal infeliz existencia antes de conocer definitivamente el refugio de su amor?"

El Buddha miró alrededor y vio un campo de flores silvestres. "¿Ves ese campo de flores silvestres?" preguntó. El hombre asintió con la cabeza. Entoces el Buddha dijo, "Antes de conocer la libertad del dolor debes renacer tantas veces como flores hay en ese campo."

Viendo tantos cientos de flores, el hombre lloró, "¡Pero Señor! He sido una buena persona. ¡Siempre he sido honesto y justo, no he hecho el mal a nadie! ¿Por qué debo soportar tanto sufrimiento?"

El Buddha susurró, "Porque así es como debe ser," y continuó su camino.

En el siguiente cruce de camino se encontró con otro hombre que se arrodilló ante él en súplica. "¡Señor, la vida en efecto es amarga y dolorosa! -dijo el hombre-. Días de trabajo bajo el Sol abrasador, noches acostándose sobre la fría y húmeda tierra. ¡Tanto hambre, sed y soledad! ¿Cuántas veces más debo renacer en tal infeliz existencia antes de caminar con usted al Paraíso?"

El Buddha miró alrededor y vio un tamarindo. Entonces, cada rama del tamarindo tenía muchos tallos, y cada tallo docenas de pequeñas hojas. "¿Ves ese tamarindo?" preguntó el Buddha. El hombre asintió con la cabeza, "Antes de conocer la libertad del dolor debes renacer tantas veces como hojas hay en el tamarindo."

El hombre miró el tamarindo y sus miles de hojas, y sus ojos se llenaron de lágrimas de gratitud. "¡Qué misericordioso es mi Señor!" dijo, y apoyó su frente en el suelo antes los pies del Buddha.

Y el Buddha dijo, "Lavántate mi buen amigo. Ven ahora conmigo."

Y hasta el día de hoy las semillas de tamarindo son el símbolo de fidelidad y paciencia.

No podemos hacer un contrato con el universo. No podemos decir, "He seguido las normas y por lo tanto tengo derecho a recibir beneficios" ó "He tolerado más que mi parte de mala suerte. Debo tener algo de buena suerte ahora." El universo no reconoce nuestras frívolas demandas de justicia. Hay héroes que ponen sus vidas a un lado por el beneficio de los demás. No tienen nada de que quejarse. A pesar de eso, sabemos que porque ellos no tienen ego caminan al Paraíso.

¿Y no es este el camino de la felicidad? ¿No es así como entramos al Nirvana? ¿Perdiendo nuestro egos individuales y alcanzado el Yo Búdico universal? El Paraíso viene cuando nos entregamos a él.

Así que cuando se les pregunta, "¿Cuánto han aprendido?", incluso si no pueden ofrecer respuestas específicas, pagarán su cuenta si dicen simplemente, "Por mucho que cueste, seguiré con el Chan. Seguiré intentando librarme del egoísmo y nunca olvidar mantener mi frente apoyada en el suelo ante los pies del Buddha."

La humildad y la paciencia son las monedas de oro. Y aquí va un consejo: Intenten encontrar un Buddha en cada hombre y podrán pagar la cuenta por miles.

¡Cuando se vuelva amor, sean generosos!


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Last modified: July 11, 2004
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