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Capítulo 1 - Introducción, Página 1 de 2

 

Queridos amigos, déjenme que les cuente una pequeña historia que un hombre sabio me contó. Dijo:

"Una vez me encontraba en un país desconocido para mí, caminando por una extraña calle. Miré alrededor intentando orientarme; y vi dos hombres que estaban de pie cerca de mí. Me acerqué a ellos, y les pregunté, '¿Dónde estoy?' '¿Quiénes sois?'

El primer hombre me respondió, 'Este es el mundo del Samsara, ¡y en este mundo da la casualidad de que soy el enano más alto!' Y el otro contestó, 'Sí, ¡y yo por casualidad soy el gigante más pequeño!'

Este encuentro me dejó muy confundido, verán, ambos hombres medían exactamente lo mismo."

He incluido esta pequeña historia, a modo de prólogo en mis notas, porque quiero enfatizar desde el comienzo lo importante que es considerar la percepción de las cosas.

Hui Neng, el Sexto y último Patriarca de nuestro Camino Chan, se encontró una vez con dos monjes que discutían sobre una bandera que ondeaba al viento.

El primer monje dijo, "Es la bandera la que se mueve." Y el otro, "¡No! Es el viento quien la mueve."

El Sexto Patriarca les reprendió a los dos. "Bueno señores -les dijo-. Es su mente quien realiza todo el movimiento."

En el mundo del Samsara, el Hombre es la mezcla de todas las cosas. Todo es relativo. Todo cambia. Solo en el mundo real, el mundo del Nirvana, hay constancia.

En Chan nuestra tarea es discriminar - no entre lo falso y lo falso, sino entre lo falso y lo real. Las diferencias en la apariencia externa no tienen ninguna importancia. El mundo real está en nuestro interior. Más exaxtamente dentro de nuestra mente.

Ahora estoy encantado con mi tarea de ayudarles a entrar en el mundo real, el mundo donde no hay enanos ni gigantes ni argumentos sin sentido. En el mundo real solo hay paz, alegría, verdad, y libertad del continuo deseo de ilusiones moletas.

Queridos amigos, cada ser humano posee dos naturalezas-del-yo: una aparente y otra real. La aparente es nuestro pequeño yo, o ego, que siempre es diferente de los demás pequeños yoes; la real es nuestro Gran Yo Búdico que es en todas partes el mismo. Nuestro pequeño yo existe en el mundo aparente, el mundo del Samsara. Nuestro Yo Búdico existe en el mundo real, el mundo del Nirvana.

Los dos mundos se encuentran en el mismo lugar. En el Sutra del Corazón leemos, "La forma no es diferente del vacío y el vacío no es diferente de la forma." Todo el mundo se pregunta, "¿Cómo Samsara y Nirvana pueden ser lo mismo? ¿Cómo puede ser la ilusión lo mismo que la realidad? ¿Cómo puedo ser yo y Buddha a la vez?" Son buenas preguntas. Todo budista necesita conocer su respuesta.

La respuesta se encuentra en la forma en que percibimos la realidad. Si percibimos la realidad directamente, la vemos en su pureza Nirvánica. Si la percibimos indirectamente -a través de la conciencia de nuestro ego- vemos su distorsión samsárica. ¿Por qué nuestra visión de la realidad es defectuosa?

El Samsara es el mundo que nuestro pequeño yo piensa que ve y percibe con los sentidos. A veces cometemos errores. Si un hombre está caminando por el bosque, se encuentra con un rollo de cuerda y piensa que la cuerda es una serpiente, huirá rápidamente. Para él esta cuerda era una serpiente y actuó de acuerdo a ello. Cuando llegara a casa probablemente le hablaría a todo el mundo sobre la peligrosa serpiente que casi le muerde en el bosque. Su miedo era legítimo. La razón por la que estaba asustado no.

El pequeño yo egótico tambien percibe erróneamente la realidad siempre que impone una estética arbitraria, o juicios morales sobre algo. Si una mujer ve a otra que viste un sombrero verde y dice, "Veo una mujer que lleva un sombrero verde", no hay problema. Pero si dice, "Veo una mujer que lleva un feo sombrero verde", está cometiendo un juicio samsárico. Alguien podría encontrar guapo ese sombrero. Pero en realidad, no es guapo ni feo, simplemente es.

Asimismo, cuando una zorra mata a una coneja, esto, para los conejitos que se morirán de hambre porque han matado a su mamá, es un acto muy malo. Pero para los hambrientos cachorros de zorro que comen la coneja que su madre les ha traído, esta misma acción es indiscutiblemente buena. En realidad, la acción no es buena ni mala. Simplemente es.

La realidad también es malinterpretada ya que tanto el observador como lo que está siendo observado se encuentran en continuo cambio.

No hay un momento preciso en que un capullo se convierta en flor, o una flor en fruto, o un fruto en semilla, o una semilla en un árbol en ciernes. Todos estos cambios son sutiles y continuos.

No podemos pisar el mismo río dos veces porque el agua está continuamente en movimiento. Tampoco nosotros somos la misma persona de un minuto para otro. Constantemente adquirimos nueva información y nuevas experiencias, y simultaneamente olvidamos vieja información y viejas experiencias. Ayer podíamos recordar lo que cenamos la noche pasada. Mañana, no tendremos el privilegio de recordar ese menú, a no ser, quizás, que fuera un suntuoso banquete... o si siempre comemos lo mismo y podemos decir con seguridad, "Fue arroz y tofú."


Introducción, Página 1 de 2

 

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Last modified: July 11, 2004
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